“Batman: The Return of the Caped Crusaders” y mi homenaje a Adam West

 “Batman: The Return of the Caped Crusaders” y mi homenaje a Adam West

¿En qué piensan cuando piensan en Adam West? Probablemente, en un Batman bailando, en un Batman con ponchera, o que sube por un edificio acostado. También puede ser que evoquen alguna de las onomatopeyas rimbombantes, o en las exclamaciones de Robin, todas antecedidas por ¡Santo!  El pensamiento tradicional señala que esta etapa le quitó al cruzado enmascarado la dignidad, y que afortunadamente la recuperó más adelante, con historias más sombrías y adultas. Lo cierto es que pudo ser al revés.

Hubo una época en que los superhéroes no eran sórdidos ni moralmente ambiguos. Sí, Batman buscaba despertar temor en los criminales, y se valía de su cerebro más que de poderes para atraparlos. Una época más ingenua, que no tenía que recurrir a la violencia para ganarse a una audiencia más curada de espanto.

Luego Alan Moore en los 80 con su obra “Watchmen” cambió todo, mostrándonos a los superhéroes en un contexto más realista y acorde a los nuevos tiempos. Violencia, ambigüedad, drogas, política, fueron elementos que les sirvieron a los héroes para adaptarse y evolucionar.

Pasó algo parecido con “El Regreso del Caballero Oscuro” de Frank Miller. La cosa es que muchos entendieron mal la cosa y solo reprodujeron los aspectos superficiales de esta tendencia: la musculación, la violencia, la sexualidad, solo reprodujeron la parte más banal de esta supuesta adultez. Dejaron fuera la complejidad y la profundidad de los personajes y tramas (Ojo que estoy generalizando, no todos lo hicieron). Y así fue como cambió el mundo de los superhéroes.

Por eso la mayor parte de los batimaníacos reniega del Batman de Adam West, como un músico que se avergüenza de su primer disco, o un escritor de los poemas que escribió de adolescente. Pero este Batman catapultó al personaje a una plataforma mucho más masiva, y tuvo gran parte de la responsabilidad por instalar en la cultura popular al murciélago. No importa si sabes o no de comics: Todos saben quién es Gatúbela, Robin, Alfred, El Pingüino, el Acertijo y el Joker. No Fue Tim Burton, no fue Christopher Nolan. Fue el Batman que interpretó Adam West en los 60.

Ahora que West murió, luego de haber sido parodiado en “Los Simpsons”, “Padre de Familia”, “Los Padrinos Mágicos” y haber pasado a la historia como el Batman más ridículo ¿Podemos decir lo contrario de los otros Batman? No, porque vamos, todos lo son. No me vengan con la tontera de que el de ahora es oscurito, digno y tal. Porque no lo es. Al menos, West se esforzó por ser luminoso en una época en que la oscuridad intentaba imponerse. Eso es lo más outsider y rebelde que puede ser alguien, en lugar de ser violento y cool porque el mercado así lo exige. Siempre será más transgresor alguien que sigue las reglas que alguien que las rompe, por paradójico que suene. Por eso Superman es más rebelde que Batman, les guste o no. Y siempre preferiré la ponchera a los pezones marcados en el traje. No se confundan, me encantan las versiones de Burton y Nolan, pero la sesentera siempre será única, y de forma positiva.

Se dirá mucho del Batman de West por estos días. Pero creo que una de las mejores maneras de homenajearlo sería ver la película animada “Batman: Return of the Caped Crusaders”, película del pasado 2016 que reprodujo magníficamente el espíritu de esa época dorada, y que contó con las voces de Adam West como Batman, Burt Ward como Robin, Julie Newmar como Catwoman y muchos otros actores que interpretaron originalmente a emblemáticos e inmortales personajes. En una época de héroes que no tenían que venderla de malulitos para ser populares. Como decía Grant Morrison: “No eres uno de esos personajes horribles con una pistola en cada mano y demasiada testosterona. Tal vez podríamos tratar de ser más amables, para variar”.

Por Felipe Tapia, el crítico que ahora está a tiempo parcial mientras salva al mundo y combate el machismo.

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