Crítica a “La Espía Roja”: Otra historia de la Guerra Fría, bien contada

 Crítica a “La Espía Roja”: Otra historia de la Guerra Fría, bien contada

En un mundo de hombres, una mujer espía es la tapadera perfecta. Esa es la premisa de la película británica de espionaje y guerra fría “La Espía Roja” (“Red Joan”), dirigida por Trevor Nunn.

En los albores de la Guerra Fría, la ciencia dejó de ser una herramienta para ayudar a la humanidad, para convertirse en un recurso que le daría la victoria al país que la explotase mejor. De esa forma, los mejores científicos fueron contratados por potencias como la Unión Soviética o Estados Unidos para desentrañar los misterios de la energía nuclear.

Energía nucleaaaaaaar

Basada en la novela de Jennie Rooney, la película narra los dilemas éticos por los que atraviesa Joan Stanley, que en realidad es otro nombre para Melita Norwood. ¿Han escuchado ese dicho “Si dice “Basado en la vida real” significa que pasó, pero con gente fea”? Bueno, aquí se aplica a la perfección. Al parecer, el mundo del espionaje estaba compuesto de pura gente linda. Parecían críticos de cine todos.

Joan (Sophie Cookson) se involucra en política durante su estancia en la universidad, gracias a las malas juntas y que un apuesto comunista le hace ojitos. Así que ya sabe, si su hijo está en la universidad, tiene ideas radicales, no habla con nadie, escucha música tarrera, llega a la casa con los ojos rojos y comparte memes revolucionarios, su hijo es un espía que quiere arrebatarnos la libertad.

Contada In Extrema Res, la trama va poco a poco dando las dosis precisas de información para que uno arme la historia, entregando incluso pistas falsas en un par de ocasiones, todo con el fin de conducirnos al momento en el que Joan es arrestada. A lo largo de la trama también asistiremos a sucesos importantes en la historia de la política y la ciencia, como la explosión de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, lo que empuja a la protagonista a tomar decisiones que mantiene hasta el final.

Se han escrito centenares de películas sobre la Guerra Fría, y en ese sentido, la presente cumple bastante con dar una nueva mirada al conflicto, de un carácter mucho más neutral. Los personajes no son mostrados como buenos ni malos, sino como haciendo lo que cada uno de ellos considera correcto. Actualmente producciones como “Chernobyl” o “Los Últimos Zares” no han dejado muy contentos a los simpatizantes del régimen soviético, pero a estas alturas pedirle precisión a una obra de ficción es rabiar por gusto. Los dilemas éticos que Joan y otros personajes deben afrontar son la columna vertebral del filme, traspasando sus reflexiones al espectador por medio de los diálogos.

Una de las ideas controversiales que expone la película es que la manera más efectiva de alcanzar la paz mundial es mediante armas de destrucción masiva, las que al estar en poder de las potencias más importantes, disuadirían al resto de usarlas. Básicamente, la misma premisa que usan los gringos para defender la posesión de armas. Aunque en defensa de la película, en Estados Unidos hay tiroteos a cada rato, y guerras atómicas, bueno, hasta la fecha no hemos tenido.

El punto flaco de la película es el tono de teleserie que se podían haber ahorrado. Por un lado se intenta mostrar a los personajes femeninos como fuertes, independientes y alejados del tópico de la dama en apuros, al mismo tiempo de forma bastante paradójica, gran parte de las acciones cometidas por Joan se sustentan en los dos intereses románticos que tiene a lo largo de la historia, que como se puede deducir, se sitúan en extremos opuestos del conflicto en medio del cual se halla. Imaginen si la película estuviese protagonizada por un hombre que se convierte en espía, arrastrado por la guapa comunista que lo seduce con sus ideas, y que más tarde se arme un triángulo amoroso con otra chica más. Sería ridículo. A pesar de que pudieron omitir esa parte de la trama, que imagino la incorporaron para darle más dramatismo al filme, no alcanza a comprometer la historia de fondo, que continúa siendo disfrutable.

Jugando al Abogado del Diablo, este tratamiento del personaje femenino no es culpa total de la película en sí, sino más bien de la cultura de ficción en general, que recién está saliendo de los roles femeninos convencionales, y a veces resulta difícil encontrar un lugar nuevo para esta clase de personajes, cuyas motivaciones solían estar siempre enfocadas en cuestiones románticas o maternales. A veces cuesta dejar los malos hábitos que se creyeron superados.

También resultan algo absurdos ciertos recursos que usa la protagonista para burlar a sus enemigos, dignos de la película “Colonia”, continuando así la tradición de que los esbirros de los villanos son siempre retrasados integrales. Pero bueno, eso ya son mañas mías.

A pesar de sus fallos, “La Espía Roja” es una historia bien escrita sobre un tema que en el cine suele tratarse de forma caricaturesca, por lo que en esta ocasión se agradece la seriedad  con la que es abordada. La narrativa retrospectiva está más que justificada, a diferencia de muchas películas en las que dicho recurso es cuestionable del todo, y el conflicto es creíble y aún vigente en la actualidad. Desde mi perspectiva, son razones de sobra para verla.

Por Felipe Tapia, el único crítico que no ha sido funado aún

Cine

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