Crítica a “Superman: Red Son”: una crítica al mesianismo político y un llamado a dudar más

 Crítica a “Superman: Red Son”: una crítica al mesianismo político y un llamado a dudar más

En materia de animación, la estrategia de DC ha sido la sandía calada desde hace harto tiempo. Coge algún comic de los clásicos o exitosos y lo adapta, a veces con cambios mínimos como “Killing Joke” o “Return of the Dark Knight” o a veces tomándose una que otra licencia para adaptarla al nuevo público, como “La Muerte de Superman” o “El Reino de los Supermanes”. En la lista de comics que merecían su adaptación, “Superman: The Red Son” era para muchos la próxima. Y está dentro del segundo grupo que mencioné.

El héroe del rulito siempre ha sido por excelencia un ícono de la cultura norteamericana, junto con Mickey Mouse, y fue una gran jugada revertir esa simbología y situarla en un contexto casi antagónico: el comunismo ruso durante la Guerra Fría. Eso sí, conservando sus rasgos esenciales, como un código ético inalterable (al menos al principio de la historia), el deseo de ayudar a los demás y hacer lo correcto, valores que perfectamente podían encajar en un sistema económico cuyos fundamentos eran la igualdad y la defensa del débil frente a los poderosos. Esa fue la premisa que llevaron a Mark Millar a crear ese Elseworld en el año 2003, en el que la nave de Kal El, en lugar de caer en Estados Unidos, lo hizo en la Rusia comunista.

Superman es el líder del partido Comunista, sucesor de Stalin, y usa todas sus facultades físicas y políticas para que el resto del mundo se adscriba al pacto comunista. Esto no le causa ninguna gracia a quienes defienden el modelo capitalista, en especial Estados Unidos (Y Chile, pero eso solo sale en el comic). Ambas potencias competirán para ver quién tomará el timón ideológico del siglo XX, y un Lex Luthor hará uso de toda su inteligencia para aventajar a su rival político, demostrando que solo el capitalismo es la solución.

El conflicto, pese a ser viejo, trae a colación un debate que sigue teniendo vigencia hoy en día: el sacrificio de la libertad y las ideas individuales en pos de la igualdad social, y de cuán justificables podrían ser los medios usados por la Unión Soviética para preservar su sistema, cuando la alternativa es el capitalismo yanqui, ciertamente menos totalitario que el comunista, pero a la vez mucho más desigual.

Marx postulaba que la clase trabajadora no tenía acceso a bienes de consumo, pero ha corrido agua bajo el puente y mucho de eso ha cambiado. En la actualidad, la sociedad de consumo se sostiene gracias a una clase media y baja que tienen mucha libertad para comprar. Es innegable que el capitalismo ha propiciado un abaratamiento en los costos de los bienes de consumo y muchos lujos, como el celular o los computadores, son más accesibles. La disyuntiva que se nos plantea es: ¿Vale la pena como trabajadores tener más poder adquisitivo si ello implica tener menos derechos sociales? ¿De qué me servirá poder cambiar el auto cada dos años si una enfermedad catastrófica puede dejarme en la ruina, o puedo terminar con una pensión de hambre? Claro, eso no aparece explícitamente en la película, pero es la esencia de los respectivos credos ideológicos – y en ocasiones hasta religiosos- que defienden Superman y Lex Luthor.

Quien espere una versión animada del comic se llevará una decepción. Si bien la esencia de la historia se respeta, el argumento ha cambiado mucho, está más resumido, y hay muchos cambios respecto a la historieta, como la manera en la que Superman llega al poder, la relación Lois Lane y Luthor, y hasta el final. Pero si no eres un purista, puedes igualmente disfrutar la historia como una versión alternativa sin tirarte de los pelos con detalles como, por ejemplo, que Jimmy Olsen acá es negro.

Muchos interpretarán esta historia como propaganda yanqui anticomunista, debido a que se muestran las flaquezas de un sistema de gobierno que tuvo sus luces y sombras y que, al igual que el capitalismo, está lejos de ser perfecto, sobre todo si está sometido, lo queramos o no, a ser ejecutado por seres humanos, no dioses. Otros incluso pensarán lo contrario, que se intenta ensalzar el comunismo como la solución a las desigualdades del mundo, pero a la larga no es ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario. La historia es solo una manera de exponer que los dogmatismos ideológicos son gran parte de los problemas sociales, que no hay sistema perfecto y que muchas veces alguien con buenas intenciones y la certeza de que está haciendo lo correcto, puede ser el artífice de las catástrofes más inhumanas.

Podrá sonar a un cliché new age de esos que la gente comparte por las redes sociales, pero vivimos en una época llena de certezas y tememos a la duda. Si ondeamos una bandera de lucha, debemos siempre hacerlo con autocrítica y sin mesianismo de ninguna clase, que es lo que hace Superman en su característico rol de héroe, e incluso Luthor, quien, a diferencia del kryptoniano, defiende sus ideas pero más como una forma de alimentar su ego y mostrarle al mundo que él tiene la razón. Ambas actitudes se han cobrado millones de vidas a lo largo de la historia, y creo que ese es el mensaje final de la adaptación.

Pese a sus fallos y a que, en mi muy personal opinión, el comic es mucho mejor, es una película totalmente disfrutable, que mantiene la esencia del conflicto ideológico planteado, y tiene buena escenas de acción, además de la participación de muchos personajes del Universo DC en esta realidad alternativa, como Batman, Wonder Woman, Linterna Verde, etc. Recomendable verla, eso sí, sin la camiseta política puesta y con mucho, mucho ojo crítico.

Por Felipe Tapia, el crítico cuyas hazañas en la alcoba son cantadas por vates y juglares

Cine

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1 Comment

  • Lo de batman no me gustó pero bueno , al final se ondea la bandera de los estados unidos, y superman vigilando (rusia)….

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