Crítica de cine: “911 llamada mortal” Llame al 911 si siente que le cambiaron la película

 Crítica de cine: “911 llamada mortal” Llame al 911 si siente que le cambiaron la película

El call center del 911, en una ciudad como Los Ángeles, puede llegar a ser uno de los lugares más estresantes del mundo. Ahí trabaja la altamente entrenada Jordan Turner (Halle Berry) quien debe gestionar llamadas desde gatos atorados con leche, hasta gente atrapada en medio de una balacera. El día en que comete un error tan grave que le cuesta la vida a la víctima de un posible psicópata, Jordan decide mandar al demonio su trabajo y su vida llena de tensión. Agobiada por la culpa, decide dar un paso al costado y dedicar su tiempo a entrenar a los aprendices de operadores. Pero un día una joven llamada Casey Welson (Abigail Breslin) es secuestrada. Esta nueva víctima revive la situación pasada y sólo alguien con la experiencia de Jordan podrá lidiar con la llamada. Ella deberá luchar con sus temores para intentar controlar la situación y tratar de salvar la vida de Casey.

Intensa, violenta y claustrofóbica película dirigida por el otrora independiente Brad Anderson (“El maquinista”, 2004) que durante sus primeros 60 minutos de metraje consigue una narración verdaderamente interesante y de temática original.

Pero algo le pasó a esta película y a alguien hay que hacer responsable. Los talentos para hacerla funcionar hasta el final sobraban, partiendo por dos actrices de primer nivel, nominadas al Oscar y todo. Su director, el mismo que ha probado su especial talento detrás de cámara evidencia un perturbante lado comercial, quizás debido a que ha invertido mucho tiempo de su carrera en dirigir productos televisivos como “Fringe”, “Alcatraz” o “Person of Interest”. Es decir, parece que se anduvo olvidando que estaba dirigiendo un largometraje thriller, se confundió y terminó dirigiendo un episodio de “NCIS”, mezclado con “American Horror Story”.

Y ahí es donde entra el guionista Richard D’Ovidio, responsable de cintas como “Red de corrupción” (2001) o “13 fantasmas”. Si fue él quien no supo llevar la película a buen puerto, no lo sabemos, pero todo apunta a que sí, porque el papel aguanta todo.

El tema de hecho es en verdad original: mostrar el mundo de los operadores del 911, uno de los grandes enigmas del cine policial o de suspenso, o de cualquier tipo de película en el que una persona angustiada pide a gritos una patrulla al frente de su casa, aunque sea para recoger los pedacitos que queden de ella. Pues ellos son una parte pequeña de la cadena de cualquier acontecimiento delictual, pero una vital. Un cuello de botella, en el que se concluye si el evento será de vida o muerte. Nunca sabemos quienes son, que pasa con ellos. Son los eternos extras, como los clientes que salen corriendo del servicentro que destruyen en las cintas de acción, pero incluso más abajo en la pirámide, pues ni siquiera son vistos, sólo escuchados. Pues bien. En la vida real ellos casi nunca se enteran de cómo va a terminar la historia de cada persona a la que atienden por teléfono. ¿Se salvó? ¿Se murió? ¿Lo sacaron de pozo?, etc. Ellos simplemente cortan y siguen con la nueva llamada, como los profesionales de consulta en ¿Aló Eli? (caída de carnet si entiende la referencia).

Los problemas que plantea esta premisa son dos.

Uno, toda acción relacionada directamente con el universo principal del personaje nace cuando contesta la llamada y muere cuando cuelga. Cuando la historia debe salir del call center, se debilita la naturaleza del personaje, y por ende su relación con la historia. Es como si en una versión alternativa de la película “Apollo 13”, la historia siguiera a uno de los operadores de la NASA que monitorean, una vez que deja su escritorio y se va a casa, mientras los astronautas luchan por sus vidas en el espacio. El operador, en la intimidad de su hogar, sufre la impotencia de no poder hacer nada y decide buscar la forma de ayudar personalmente a los astronautas. ¿Absurdo?, pues llevado a una escala terrestre eso es más o menos lo que daña a esta historia y la transforma a tal punto, que reduce su tercer acto en un mal chiste.

Y dos, si la película toma una dirección como la de no salirse de un evento determinado, es preciso que el climax y desenlace estén a la altura de los acontecimientos, sigan el ritmo, sigan la progresión, no se salgan del carril y dejen que los eventos caigan por su propio peso. Lo vimos en cintas de acción, como “Pasajero 57” (1992), “Máxima velocidad” (1994) o en infinidad de thrillers tipo “Enlace mortal” (2002).

Uno de los síntomas de que estamos ante una auto-traición del género en proceso, es cuando los personajes secundarios sólo desaparecen. Y si esto ocurre antes que les conociéramos una tercera dimensión o un cierre plausible, entonces el problema se torna mayor, porque se prevé que esos cabos sueltos son solo el inicio de inconsistencias mayores. Es como si la carretera empieza a llenarse de “eventos” y termina por transformarse en un camino de ripio.

A partir del tercer acto empiezan a ocurrir cosas inverosímiles. Cosas que uno pensaría que el personaje de Jordan Turner jamás haría.

Pese a todo, las actuaciones logran mantenerse uniformemente dignas hasta los créditos finales. Ese es un mérito del director, a quien no se le conocerá jamás una película mal actuada. El problema es otro y más grave. Y es que cuando se llegue al final, el espectador se sentirá tan desorientado que tardará en comprender que la película que acaba de terminar de ver era, en realidad, la misma que empezó a ver una hora y media atrás, aunque parezca a todas luces que se la cambiaron.

 

©Por Hugo Díaz

911: llamada mortal (The Call)

Dirección: Brad Anderson
Guión Richard D’Ovidio
Elenco: Halle Berry, Abigail Breslin, Morris Chestnut, Michael Eklund, Michael Imperioli, Roma Maffia
EEUU, 94 minutos, mayores de 14 años

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1 Comment

  • Excelente critica!!

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