Crítica de cine: “El ataque”

 Crítica de cine: “El ataque”

We love USA (pero la artificialidad venció otra vez).

Roland Emmerich ha definido su universo creativo principalmente sobre la base de la destrucción, tintes apocalípticos de proporciones, invasiones extraterrestres y dosis exacerbada del cliché patriota… “Universal Soldier”, “Stargate”, “The Patriot” (junto con “10,000 B.C.” y “Anonymous”, de 2011, de otra clase exploratoria), “The Day After Tomorrow”, “2012”… Emmerich, a pesar de su cuna alemana, se le asimila siempre como un estadounidense más. Bien saben todos cómo se ha aplicado en la industria del cine: efectos especiales por doquier, convulsiones entre la población y muchos de sus personajes bastante caricaturizados.

“Independence Day”, su taquilla de 1996, realza lo anteriormente citado. Él sabe que el alboroto siempre llena las salas. De todas formas, no habría que percibirlo como un movimiento tan forzado: su encuentro con “Star Wars” fue el impulso para optar por dirigir evitando quedar ajustado en el rol de diseñador de producción. Así y todo, su filmografía ha procurado no desentonar en esa línea.

“White House Down”, título tragable más que “El Ataque” –con el que aterrizó en las salas locales y de bastante vaguedad–, es su retorno 2013. Nuevamente una cinta en que la Casa Blanca resulta fracturada. En esta ocasión, John Cale (Channing Tatum), ya con un historial como agente de la Policía del Capitolio y con experiencia en Afganistán, pretende integrarse y postula por un lugar en el Servicio Secreto. Tiene una hija, Emily, bastante lista para su edad, conocedora de la historia y la política; aunque el lazo no se traduce por una cercanía afectiva. A pesar de las adversidades, Cale, ayudado por el azar, es llevado a asumir un rol clave cuando una mano derecha del gobierno (James Woods) y su ‘equipo’ complotan en contra del mandatario estadounidense James Sawyer (Jamie Foxx) y su Casa Blanca. Así es como comienza a transitar la historia.

En este ‘ataque’, Emmerich se da el tiempo de autocitar algo de su filmografía entre los diálogos; de circular con absoluta soltura por lo que serían las dependencias y escondites de uno de los edificios símbolo de USA; de chasconear al presidente, pese a ese archi-reiterado perfil que pregona, a modo de propaganda siempre, las intenciones de instaurar la paz mundial tanto como una Miss Universo; de aplicar cierto humor en las instancias de mayor tensión; de hacer reventar hasta la colección de arte del lugar; de no olvidar que los equipos tecnológicos son los mejores aliados si se asume el papel de ‘caza noticias’; y, sobre todo, de reivindicar héroes anónimos sin una dedicación y livianamente.

Un patriotismo presente, aunque disfuncional y barato, asciende durante el avance de la cinta. El alemán no entrega una sustancia mayor a los backgrounds de los implicados (salvo cuando se entiende el por qué del motor, que igualmente se disipa, del personaje de Woods en esta conspiración), teniendo elementos que estando y siendo parte del día a día en ese escenario de trascendencia en la política global pudieron haber dicho mucho, sin necesariamente hacer explotar y destruir gran parte de lo que se presentaba en el camino. Incluso la intervención de Maggie Gyllenhaal, quien no irrumpe en escena descaradamente, dirige y entrega un tanto más desde su labor gubernamental y personal. Mientras que las figuras de Cale y Sawyer, el mandatario de color, están, pero se ausentan.

“El Ataque” es una vía para recorrer y conocer lo que podría ser la estructura de la Casa Blanca; saber un poco cómo se opera en su interior y de qué manera pueden moverse sus visitantes en la búsqueda de la historia estadounidense (en ningún caso la cinta cobra un sentido real para ilustrar como una enciclopedia). Pero la falta de solidez, el grado no menor de clichés (el mandatario Sawyer por sobre todo), el factor de lo predecible y el escaso (o casi nulo) fondo de los protagonistas, son interrupciones constantes que debilitan el resultado. Emmerich desde hace bastante sabe que sus recursos, efectos visuales y sonoros, y ese despliegue para pulverizar paisajes simbólicos, serán su mayor legado.

©Leyla Manzur H.

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