Crítica de cine: “La noche de la expiación”

 Crítica de cine: “La noche de la expiación”

Familia Armada, la película.

En el año 2022, Estados Unidos posee los índices más bajos de criminalidad y desempleo. Esto se debe a que los nuevos fundadores del gobierno han instaurado una vez al año la “purga”, un período de 12 horas en que todo acto de violencia, sea homicidio, robo o violación será considerado legal. James Sandin (Ethan Hawke) se ha hecho rico vendiendo sistemas de seguridad para esa fecha, diseñada como una catarsis para la violencia de la sociedad norteamericana. Junto a su esposa Mary (Lena Headey) y sus hijos Zoey (Adelaide Kane) y Charlie (Max Burkholder), se prepara una vez más a pasar esa noche en calma transformando su enorme casa en un aparente seguro cuartel. Sin embargo, un hombre afuera (Edwin Hodge) suplica por su vida lo que genera la duda de uno de los hijos sobre si darle refugio o no. Una decisión que, eventualmente, genera terribles consecuencias.

La segunda película del director James DeMonaco trae una interesante premisa en la forma de un thriller de ciencia ficción (las ciencias sociales también cuentan) en donde Estados Unidos es una distopía que soluciona sus problemas sociales y financieros a balazos (o a cuchillazos, hachazos, etc.). El problema es que el resultado es una película truculenta que habría requerido de un gran ejercicio de escritura, pero que quedó al debe por una suma de incoherencias que finalmente se volvieron en su contra.

La película es una proyección pesimista de la sociedad conservadora estadounidense actual, una exageración si se quiere, que obliga a pensar en el objeto de la crítica. Eso, como temática cinematográfica es increíble, por lo que confunden las decisiones de desaprovechamiento de la idea original, volviéndola un decepcionante e inverosímil cliché. Es una obra provocativa, incluso subversiva, que se auto sabotea por seguir una fórmula preestablecida.

Los problemas evidentes son varios. Para empezar la postura moral de todos los miembros de la familia es ambigua. En general, están de acuerdo con la “purga” salvo por el pequeño Charlie, quien es abiertamente contrario. Es obvio que la familia Sandin padece de una disfuncionalidad que incluye una falta de comunicación terrible. Pero todo tiene un límite. Es decir, los hijos reaccionan como si esa fuera la primera “purga” que viven en sus vidas, pero el filme da pistas de que eso no es así. Entonces no se entienden las reacciones poco afectivas entre los miembros de la familia. Quizás la cultura del “salvese quien pueda” está tan arraigada en la sociedad futura que se plantea, que afecta también dentro de un núcleo familiar. Sin embrago, esto no está ni siquiera implícito, por lo que pasan un par de escenas y ese argumento se destruye.

En sus aspectos más burdos, hay secuencias que recuerdan al sketch “Familia armada” del programa humorístico “Al borde de la risa” (“The Edge”, 1992) que en Chile lo transmitía CHV, que marcó la pre-historia en la carrera de Jennifer Aniston, quien interpretaba a la hija adolescente. En esa sátira televisiva, el estereotipo de familia gringa era presentado junto el elemento de inseguridad social y paranoia, lo que se traduca en que todos, lo que se traducAnniston (quien interpretaba a la hija adolescente)ía en que cada miembro llevaba un arma. Entonces se disparaban primero, luego se decían “buenos días” y después un “lo siento” viendo la sangre de cada uno saliendo a borbotones. Todo bien hasta que llegaba el papá del trabajo y empezaba de nuevo el tiroteo. No todos tienen en sus mentes esa imagen risible que distrae, pero sin duda la exageración descrita no encaja en ningún género cinematográfico planteado en un inicio, salvo en el cine de acción. Lo que demuestra que el realizador nunca se terminó de decidir si su crítica social iba a ser eso, o un thriller tipo Halloween o una especie de Duro de matar.

A medida que todo empieza a salir mal por culpa de los mismos personajes, uno empieza a sentir rabia. Ante la estupidez, la empatía hacia ellos se desvanece y todo se vuelve un tedio que coincide con el abandono de la premisa original y comienza el lugar común de la película de terror yanqui. Se entiende que la gente crea que tener licencia para volverse loca una vez al año puede contribuir al bien común, lo que no se entiende es que no exista una visible oposición a que la gente lo disfrute, disfrazándose casi como Jason con una motosierra. Es la caricaturización de una idea en sí misma caricaturizada la que hace corto circuito. Si la sociedad llegara a ese extremo, ni el tedio de encerrarse una vez al año por el resto de la vida, esperando a que no te roben, violen o maten, haría que activaras tu sistema de seguridad cinco minutos antes del caos. Si sabes que afuera cualquiera puede destruirte, a Charlie ni siquiera se le pasaría por la mente intentar ayudar a una presa de una turba asesina. Pero, el problema es que justamente ése es el punto de la película: mostrar que el humanismo sigue siendo la virtud. Es la postura moral que surge de entre toda la bestialidad la que salva a esta película del fracaso estrepitoso. Porque aunque la película no es buena, la premisa y su final si lo son. De hecho, estos aspectos positivos, que son mínimos considerando su tiempo en pantalla, hicieron que “La noche de la expiación” con su bajo presupuesto (3 millones de dólares) se volviera un moderado éxito de taquilla que ya anuncia su segunda parte.

©Hugo Díaz

 

 

(The Purge)

Dirección y guión: James DeMonaco

Elenco: Ethan Hawke, Lena Headey, Max Burkholder, Adelaide Kane, Edwin Hodge, Rhys Wakefield, Arija Bareikis

EE.UU./Francia, 2013, 85 minutos, mayores de 18 años

 

 

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