Crítica de Netflix: El Juicio de los 7 de Chicago

 Crítica de Netflix: El Juicio de los 7 de Chicago

A fines de la década del 60, cuando ya se había producido la muerte de Malcolm X, vino el asesinato de otro hombre que abogaba por los derechos igualitarios entre blancos y negros en Estados Unidos: Martin Luther King. Eran tiempos de mucha convulsión. Los jóvenes se organizaban para protestar cada grupo a su manera, teniendo líderes como en toda organización. El gobierno de Lyndon Johnson estaba llegando a su fin y estaba por comenzar otro más nefasto aún, el de Richard Nixon (que golpeó muy fuerte en varios países sudamericanos instalando las dictaduras de los años 70). Todo estallido provoca grupos que se organizan entre personas en común y que buscan un objetivo. La policía, por su parte, comienza a verse sobrepasada ante la cantidad de marchas y protestas que se suceden con más y mayor frecuencia, para, además de la batalla contra el racismo, tratar de detener el envío de miles de jóvenes a la guerra por parte de la milicia norteamericana, en donde la mayoría no regresará jamás.

Bajo este convulsionado contexto social, basado en un hecho real, se produce en la ciudad de Chicago, un juicio que duró meses contra 7 representantes de grupos de jóvenes tildados como revolucionarios y activistas. La película, producida por Netflix, muestra las injusticias de cómo se llevó a cabo el juicio, en donde por todos los medios se trató de culpabilizar y castigar con cárcel a los siete jóvenes.

Por el lado acusador, designados directamente por la mano derecha ejecutiva del Presidente en ejercicio, asisten los abogados Thomas Foran y Richard Schultz (Joseph Gordon-Levitt), y por los acusados el abogado William Kunstler (Mark Rylance). La tarea de ser el juez en este bullado juicio recayó en Julius Hoffman (Frank Langella).

Revisado ya el contexto histórico, vamos a lo nuestro. La película muestra muy livianamente lo que pasó en esa época. Se pudo haber filmado una serie ya que quedaron decenas de situaciones fuera de las dos horas y diez minutos de duración.

El filme está bien armado, la historia tiene coherencia y sigue una línea temporal, utilizando algunos saltos en el tiempo para mostrar al espectador visualmente lo que realmente ocurrió en tal parte del relato. Estos saltos no confunden, y muy por el contrario, logran el objetivo.

La película cuenta con un rico elenco, aprovechando el máximo de participación de ellos. Las actuaciones de Eddie Redmayne como Tom Hayden, John Carroll Lynch como David Dellinger y la de Mark Rylance, son sobresalientes. Mención especial para Sacha Baron Cohen, como Abbie Hoffman.

Muy bien logradas son las secuencias en donde durante el juicio se está declarando un episodio y las imágenes van siendo intercaladas con otros personajes contando la misma historia, pero en otro momento del tiempo, otorgando originalidad, ritmo y un suspenso muy atractivo.

Destaca, además, el uso de imágenes reales de la época, sobre todo en momentos de disturbios, que se funden y se mezclan con las escenas rodadas para la película.

No me quedó en el oído la banda sonora. Es débil y desaprovecha momentos culmines e importantísimos durante la historia. La fotografía está muy bien lograda, matizando con ciertos tonos los distintos lugares en donde se desarrolla la película.

Siempre se han rodado películas acerca de momentos históricos de la historia, pero en estos últimos años ha crecido el número de series y películas que tratan de juicios importantes, que golpearon naciones en su momento y que ahora pueden ser recreadas con un ojo aún más crítico y con mucha más información de la que estaba disponible en la época.

Sin embargo, el largometraje queda al debe con haber profundizado aún más en ciertos aspectos relevantes del juicio, pero eso es comparar la historia con la ficción.

Entretenida película basada en un hecho real que puede ver en Netflix y no se aburrirá. ¿Sabe lidiar con la impotencia? Espero que sí, porque lo va a necesitar.

Escrito por: ©Daniel Bernal


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