“Dark”, segunda temporada: ¿Qué nos depara el futuro?

 “Dark”, segunda temporada: ¿Qué nos depara el futuro?

En el panorama actual en el que la oferta de ficción televisiva es inmensa, cuesta escoger, sobre todo porque todos te están diciendo que esta serie es muy buena, que esta otra no lo es y que está sobrevalorada, o que esta otra ya se puso mala. Luego de decepciones sufridas con las últimas temporadas de “Black Mirror” o “Game of Thrones”, creo que “Dark” es una buena alternativa para engancharse en una serie que mantiene un altísimo nivel de calidad. Cada detalle está minuciosamente cuidado, y se nota que no es “otra serie más” en el abundante catálogo de nuestra época.

La premisa es interesante, pues el viaje en el tiempo es un tema que ha sido desarrollado tantas veces que es difícil innovar. Y es que en la mayoría de las historias de este género el tópico suele ser la capacidad para cambiar nuestros destinos. La idea de que podemos alterar un mínimo detalle, y como en el cuento de Bradbury, crearemos un tiempo alternativo, como el futuro de Trunks o el de Biff Tannen, en el que las cosas se dieron de otro modo al que conocemos, ya ha sido explotada muchas veces. Desde “Terminator” que la idea del viaje en el tiempo nos sugiere el cambiar el curso de las cosas. Que podemos alterar el status quo. Pero “Dark” es innovadora en ese sentido: la idea del viaje en el tiempo implica que esos mismos viajes son parte del entramado, y cualquier cosa que hagas no cambiará nada, sino que contribuirá al tejido del cual eres tan solo un minúsculo hilo. No tienes control sobre tu vida, y mientras más crees que estás tomando las riendas, más te vuelves un títere de cuyos hilos tira una voluntad suprema. Es una idea bastante trágica si me lo preguntan.

La idea de que el hombre no puede cambiar su destino aunque lo intente desesperadamente, es un motivo religioso, muy presente en las tragedias griegas. Edipo, Electra, Antígona, lucharon con todas sus fuerzas contra el destino que le habían impuesto los dioses, pero ellos son impotentes ante fuerzas tan poderosas. Jonas no se saca los ojos como Edipo, pero él tampoco es capaz de cambiar la terrible verdad que en algún momento le es revelada. Y aunque los oráculos te prevengan, el destino ya está escrito.

La idea de que el tiempo es simultáneo tampoco es nueva, pero el conectar un principio científico con la imagen de un dios que no tiene principio ni fin, es de hecho la piedra angular de “Dark”. Por eso la historia en ocasiones toma tintes religiosos, recogiendo sus símbolos como el número 33; y en otras se asemeja bastante a la ciencia ficción dura. Los personajes no tienen libre albedrío, son juguetes de dioses caprichosos que los hacen viajar en el tiempo, infundiéndoles la vana ilusión de que están saliéndose del programa, cuando lo que hacen es justamente cumplirlo a cabalidad.

La idea cristiana de que Dios tiene un gran plan choca con la idea de que los humanos podemos tomar decisiones y que estas tienen algún peso en el desarrollo de los acontecimientos, pues ¿Cómo podrían tenerlo, si ello amenaza ese supuesto Gran Plan? De ser así, si nuestras acciones son buenas o malas, justas e injustas ¿Es nuestra culpa, o de la voluntad superior que decidió que actuáramos así? Si Adán y Eva no tenían la capacidad de distinguir el bien del mal ¿Merecían un castigo por comer el fruto prohibido, que les dijeron que no tomaran?

La segunda temporada acabó con un cliffhanger tan bueno como el final de la primera, y ya comenzó a rodarse la tercera. Al diferencia de su argumento, no podemos saber qué pasará en el futuro. No podemos viajar y comprobar que la calidad de la historia se mantiene. A estas alturas hemos experimentado más de una decepción con nuestra serie favorita. Y sería inútil especular si en la temporada 4, 5 ó 6 “Dark” sufrirá del mismo mal. Mejor disfrutarla mientras se pueda. Pero me atrevería a decir que, pese a el éxito cosechado, pese a Netflix, el trabajo ha sido tan prolijo que dudo que empiecen a meter relleno, alargarla porque sí o disminuir la calidad del guion, como pasa tan a menudo con series exitosas en manos de productores ambiciosos. Una buena serie no debería durar más de seis temporadas, salvo contadas excepciones. Los actores comienzan a cansarse, quieren trabajar en otros proyectos, y se entiende. Algunos envejecen , los más pequeños crecen y eso afecta a la coherencia de la trama. El elenco empieza a ser renovado, y eso suele mermar la calidad o el propósito original, y los fans no pueden evitar compararla con la primera etapa. Como los personajes de “Dark”, los televidentes no tenemos el control ni la facultad para cambiar las cosas. Tampoco disponemos de la capacidad para anticiparnos al futuro. Solo nos queda nuestro rol de devotos religiosos, y tener fe en que la serie llegará a buen puerto, y que la tercera temporada y las venideras mantengan el nivel responsablemente, sin encandilarse por la pirotecnia monetaria. Esta segunda temporada cumplió mis expectativas, así que mantengo mis votos de fe.

Por Felipe Tapia, el crítico que se encuentra a la vanguardia del siglo XVIII

Ah, y si están enredados con la trama, acá les va una pequeña ayuda. Pero ojo porque si no han visto la serie contiene spoilers:

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