“Fahrenheit 451” ¿Ha envejecido bien la historia? ¡Quiero mi perro mecánico!

 “Fahrenheit 451” ¿Ha envejecido bien la historia? ¡Quiero mi perro mecánico!

Cuando vi la película de Truffaut que adaptaba la novela distópica de Ray Bradbury, pese a haber disfrutado en grande la historia, no dejé de echar de menos los elementos más tecnológicos de la historia original, como el perro mecánico o los parientes. Por supuesto para la época era muy difícil crear esos elementos, pero ello no dañó la historia en sí, que no perdió su esencia. No obstante, cuando se anunció que Netflix haría una nueva adaptación a cargo del director Ramin Bahrani, pensé que era el momento perfecto para incorporar los elementos CF de los que adolecía su predecesora.

La primera polémica respecto a la película de Netflix fue el actor negro que encarnaba a Guy Montag, Michael B. Jordan ¿Otra maniobra de la cuota racial? No lo sé ni me importa. Si se ponen a pensar, en la novela nunca se especifica que el protagonista sea blanco, uno simplemente lo asume. Y lo mismo pasa con una gran parte de las novelas. Creo que el cambio más importante que se hace respecto a la historia original es que en este mundo no solo se queman libros, sino todos los soportes de información, como VHS, discos, computadores, etc. Es decir, lo que se están criminalizando son los datos y el conocimiento. Tiene sentido, y es actualizado ¿No? En esta época la quema de libros difícilmente habría frenado la literatura o los aprendizajes de cualquier información. Lo malo es que esta actualización conlleva a una incongruencia: Al eliminarse todo tipo de datos en lenguajes textuales, visuales y audiovisuales, resulta bastante difícil pensar que se esté viviendo en una sociedad super tecnologizada como la que se muestra ¿De qué forma se transmite el conocimiento? Una explicación lógica podría ser que hay una elite a la que el conocimiento no se le niega, pero eso en la película no se explica, ni se sugiere. Las personas acomodadas también son víctimas de este mundo en el que la alienación absoluta es sinónimo de felicidad, y cuestionar implica sufrir.

Si bien esta vez tampoco habemus perro mecánico o parientes, estos últimos son sustituidos por Yuxie, una especie de casa inteligente que es una mezcla entre HAL9000 y El Gran Hermano, que vigila todos los mivimientos de los ciudadanos al más puro estilo 1984. Al igual que la etnia de Montag, estos cambios o diferencias no constituyen un problema en la historia, como sí lo hace la criminalización de todos los medios.

Se nos muestra una sociedad bastante parecida a la actual, esclava de las redes sociales y noticias falsas creadas por algoritmos, en la que las posverdad está a la orden del día pues no existen fuentes “oficiales”. De esta forma nuevamente la historia coquetea más con 1984, incluso se menciona la metáfora de que libertad es poder decir que 2+2=5. Como en toda historia de regímenes totalitarios, hay una “Resistencia” que busca almacenar en una copia de respaldo todo el conocimiento del mundo, alojándolo en la célula de un ave. Esto me lleva a pensar ¿Qué en esa sociedad no existe nada parecido a la nube? Digo, esta historia pudo haber funcionado a principios del 2000, pero al parecer la ciencia real alcanza a pasos agigantados y aventaja en velocidad a la ciencia ficción, algo que jamás se había visto hace un par de décadas. Sí, camaradas, por vez primera, la realidad HA superado a la ficción. A la ciencia ficción, mejor dicho.

Un punto que sí es destacable en esta adaptación es que se nota el esfuerzo por acomodar la historia a la realidad actual y sus problemas. Cuando Beatty le explica a Montag por qué se prohibió la literatura, es porque incomodaba a ciertos grupos. Así, Hemingway y Henry Miller incomodaban a las feministas, y Mark Twain a los negros. Esto refleja en cierta forma los aparatos de censura que operan actualmente, en los que toda idea políticamente incorrecta o que no haga sentirse a salvo al lector sea tachada de dañina y muchas veces censurada solo por herir sensibilidades muy individuales. Por eso entre los libros quemados está “Lolita” de Navokov, que ha suscitado el repudio de la nueva generación de nativos digitales (Quienes probablemente ni lo han leído, pero bue). Probablemente lo que está pasando actualmente tiene mucho que ver con la premisa de esta novela: Ciertos conocimientos incomodan porque invitan a reflexionar, y a veces es mucho mejor entender el mundo desde un blanco y negro moral, eludiendo todo lo que no haga sentirse a salvo. Cuando la función del arte debería ser precisamente incomodar, mostrar más lo que no quiero ver que lo que quiero ver. Pero en fin, esa es solo la opinión de este apuesto y varonil crítico.

En este punto también merece elogio la relación entre el Capitán Beatty y su subordinado Montag, con quien tienen una relación padre-hijo, además de que Michael Shannon recuerda bastante al villano que interpretó en “La memoria del Agua”. Ni en el libro ni en la versión de Truffaut se profundiza tanto en la relación entre estos dos personajes, y acá se hace de manera bastante decente. Curiosa es la relación entre los otros: Acá no existen ni Faber ni Mildred, de hecho Montag no está casado, y mantiene un romance con Clarisse, con quien en el libro era más una relación paternal. Probablemente esto se hizo para hacerle bombo a las relaciones interraciales, y para evocar nuevamente a 1984, en la que el protagonista rebelde y la chica que lo arrastra al mundo de la disidencia terminan involucrándose románticamente (Ya, bueno, también pasa en “Matrix”, ya déjense de joder).

“Fahrenheit 451”, la versión del 2018, es una película entretenida y decentita, adaptada con dignidad, pero no más que eso. El final es algo decepcionante y desabrido, además de que hay muchos momentos de la película que pecan de pretenciosos. Aunque en defensa del acusado, debo decir que muchas de sus falencias se deben no a la película en sí, sino a que actualmente la novela de Bradbury no ha envejecido bien, y lo digo desde mi devota admiración por el escritor. Una historia en la que los libros son el principal soporte de información simplemente no funciona ahora, y el incorporar soportes más tecnológicos sin duda fue una apuesta inteligente, pero no exenta de fallos. Claro, Bradbury no pudo predecir la internet ni la tecnología digital en esa época. Y eso nos obliga a repensar muchas adaptaciones de Ciencia Ficción. Vivimos en una época en que muchas de las profecías del género ya se cumplieron, y otras simplemente ya no pasaron. Y por ese motivo, algunas historias envejecerán mejor que otras.

Volviendo a “Fahrenheit 451”, el problema de los soportes tecnológicos es algo que se le puede perdonar a esta película. Lo que no voy a perdonar jamás es que ¡Quiero mi puto perro mecánico!

Por Felipe Tapia, el crítico que no se tomó las pastillas hoy

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