Los Pitufos (The Smurfs)

En un mundo mágico, habitan pequeños seres azules de tres manzanas de alto, llamados «pitufos», en una aldea formada por grandes champiñones. Cada pitufo posee un rasgo de personalidad o habilidad que lo caracteriza y le da su nombre. Su enemigo mortal es un hechicero llamado Gárgamel, quien junto a su gato Azrael buscan capturar a los pitufos para siniestros fines. Cuando Gárgamel encuentra la aldea, la persecución, accidentalmente, provoca que algunos pitufos salgan de su mundo y entren al nuestro, cayendo específicamente en Manhattan. Es aquí donde se refugian en la casa de Patrick (Neil Patrick Harris – Starship Troopers; Doogie Hauser) un desesperado empleado de marketing de una empresa de cosméticos dominado por su abusiva jefa Odile (Sofía Vergara – Modern Family). Con la ayuda de Patrick, el jefe y protector del clan (Papá Pitufo), debe hallar la forma de regresar a su aldea sin que Gárgamel intente hacerles ningún daño.

Los Pitufos son personajes creados en 1958 por el dibujante belga Peyo. La productora Hanna-Barbera adaptó la tira cómica para una serie de TV en los años 80 y los hizo mundialmente conocidos.

Esa es la versión que re-adapta Sony Picture Animations. Sin embargo, la trama escogida para la película más parece la de una agotada cuarta parte, que la gran aventura que los pitufos merecían en su debut en la pantalla grande.

Para no generar malinterpretaciones, es preciso señalar que no todo es nefasto: la película es ideal para que los niños se entretengan, ya que algunos efectos 3D son alucinantes, la animación integrada a la acción en vivo está muy bien hecha, consiguiendo generar varias risas gracias al gato Azrael y a la increíble caracterización de Gárgamel, además de transmitir un mensaje lleno de valores como la amistad, la confianza en uno mismo y la lealtad. Pero, al carecer de solidez y de recursos que revivan la nostalgia de la serie animada, probablemente no será del gusto de los adultos que si atesoran a estos personajes.

Y entonces surge la pregunta ¿Por qué lo habrán hecho así? ¿Por qué se la jugaron por un producto desechable para los niños de la época Wii que tienen cero referencia de los pitufos? La respuesta suspicaz puede ser «mercadotecnia». Es como otra Alvin y las ardillas o Scooby Doo. Ésta es la primera parte de una anunciada trilogía, pero habrá que ver si la franquicia resiste.

Con un patrón como el de la película Encantada (Kevin Lima, 2007) el realizador Raja Gosnell (Scooby Doo; Un chihuahua en Beverly Hills) dirige una historia de peces fuera del agua. El escenario es Nueva York, nuevamente, la capital del mundo. La única ciudad representativa de la humanidad moderna. O de la anti-humanidad, donde si alguien ve a duendes azules caminando por una tienda no va a llamar a salubridad.

En esta película no podremos conocer el universo de los Pitufos, ya que la acción es en una ciudad de la época presente y no su medieval mundo mágico. Tampoco podremos ver el desarrollo de los personajes, ya que mayoritariamente son estereotipos que reaccionan a la acción, la que en éste caso es guiada por Patrick, un ser humano secundario, y por Gárgamel, también encarnado en un actor de carne y hueso (Hank Azaria – Godzilla; La Jaula de los Pájaros), dentro de una trama simple y con sub-tramas basadas en anécdotas (Por ejemplo, nunca queda claro cual era la finalidad de que Odile conociera a Gárgamel).

Ahora, si todos los pitufos son estereotipos, obviamente nunca evolucionan. En eso los guionistas (son como cuatro: dos de Shrek 2 y dos de Norbit. Eso explicaría muchas cosas), eligen al más propenso a accidentes y a deus ex machina, y ese es Pitufo-Tontín. Básicamente él debe transformarse en Pitufo-Héroe, para darle un sentido a todo este viaje, sin dejar de ser él.

Desmenuzando las curiosidades, resulta por lo menos extraño el efecto que genera el humor de doble sentido o fuera de contexto del lenguaje pitufo, ya que así como los chilenos tenemos el «weón», ellos tienen el «pitufi» y expresiones como «¿Quién se pitufó?» dentro de un ascensor, sólo evidencian un humor escatológico, recurso cuestionable que bajo otras circunstancias arruina una de las escenas de Gárgamel.

Además ¿porqué utilizar un mundo tan poco infantil como es el de las agencias de marketing para empresas de cosméticos? Personalmente me saltan algunos personajes y jamás me hubiera imaginado ver a Joan Rivers haciendo un cameo en una película sobre los pitufos.

En Donnie Darko (Richard Kelly, 2001), Donnie mencionaba la ambigüedad sexual de los Pitufos. Es curioso que dicha temática resalte debido a la naturaleza animal humana. Cuando se transmite la asexualidad a nuestro mundo real definitivamente sexuado, sobretodo, donde el universo narrativo se nutre de dicha sexualidad, algo no pega muy bien. Se produce una dicotomía que distrae. Quizás por eso, las películas-de-perros-que-hablan-que-funcionan (buscando un ejemplo) se desarrollan en el campo, donde un niño pre-púber debe lidiar con problemas como que la vaca no da leche y les van a quitar la granja. En el caso de esta película de Los Pitufos, el contrapunto es tan desigual que se genera un anticuerpo. Los niños pueden obviar tanta insinuación, pero los adultos no.

Para algunos críticos esta entrega de los pitufos es la única que podría haberse logrado del poco nutrido material original. Yo difiero. Existen muchísimas otras posibilidades para solucionar el problema narrativo. Sólo hay que recordar la infinidad de episodios con los que Hanna-Barbera conquistaron a tantos televidentes.

De cualquier modo, pese a la intrascendencia del resultado, las pocas escenas donde podemos ver la esencia de los personajes, con todos los pitufos juntos, incluyendo a Bromista, Vanidoso, Pintor, etc, generan una cierta nostalgia y alegría. Efímera, pero alegría al fin.

Por Hugo Díaz.

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