“Saint Seiya Omega”: Ahora enfrentándose al temible refrito.

 “Saint Seiya Omega”: Ahora enfrentándose al temible refrito.

Para matar una buena historia, no hay nada como manosear una franquicia. Si no, fíjense en Star Wars. A punta de remasterizaciones, precuelas, versiones 3D, versiones animadas, complementos, etc., los fans de la saga han ido emigrando a una velocidad proporcional a la de los billetes entrando en los bolsillos de George Lucas.
Es una lástima. Recuerdo que cuando salieron, hace poco, los comics precuela de Watchmen, aprovechando el impulso comercial de la película, Alan Moore dijo: “En lugar de hacer la precuela de “Watchmen” ¿Por qué los guionistas de DC no intentan crear el nuevo “Watchmen”? No podría estar más de acuerdo. Y no solo es un mal de occidente. Japón está adquiriendo cada vez más las mañas de los gringos, y cada vez más se muestra una tendencia al remake, al refrito, a la precuela de series exitosas pero que terminaron hace más de una década. Solo para ganar lucas. Está pasando con Evangelion, Dragonball, Cazador X, Samurai X. Otro ejemplo de esto es uno de los clásicos del animé, Saint Seiya, conocida acá como “Los Caballeros del Zodiaco”.De caballeros no tienen nada. Lo que pasa es que están basados en los legendarios “Santos”, es decir, guerreros que luchan y protegen a determinados dioses griegos, pero para evitar una confusión con los santos de la tradición judeocristiana, en Italia fueron bautizados como caballeros. La serie llegó a Chile a mediados de los 90 y pavimentó el terreno para una avalancha de monitos nipones que dieron lugar al masivo fenómeno que hoy se conoce como Animé. Por aquel entonces, nadie conocía esa palabra. Los breves retazos que habíamos captado de ese fenómeno era El Festival de Los Robots, Robotech, Candy, y un poco más reciente, Los Supercampeones. Y sería. Los antes conocidos como “Monos Chinos” compartían una estética visual ultra identificable: ojos enormes, rasgos faciales inexistentes, recursos narrativos más cercanos al cine, y un lenguaje visual muy emocional. Las temáticas eran variadas pero solían estar cargadas de un sentimentalismo del que adolecían las series gringas, y por lo general tenían una continuidad de formato teleserie en lugar de los episodios autoconclusivos de los monos gringos, lo que podía hacer engancharse más. Cuando Saint Seiya llegó, el éxito fue inmediato. Los violentos combates, las complejas historias de cada personaje y el inusual desarrollo de la trama se ganaron a un público acostumbrado a animaciones con una moral blanca y negra, con buenos y malos estáticos y definidos, cero mensaje y nula posibilidad de evolución por parte de personajes en capítulos que no continuaban. Paralelamente a este fenómeno zodiacal, en otro canal, un Pera y un Salfate antes de obsesionarse con las conspiraciones mostraban a los jóvenes el mundo de la Animación Japonesa, que iba a estallar con la violencia de un robot gigante en nuestra tímida y reprimida sociedad.

La historia era una tontería de cuidado: Adolescentes superpoderosos que usaban armaduras basadas en las constelaciones se enfrentaban a enemigos de características similares, para luego desafiar a los mismísimos dioses siguiendo una estructura de videojuego. Sin embargo, si uno escarbaba la infantil capa superficial se encontraba con un conflicto que recordaba bastante a los personajes de las tragedias griegas y un argumento que muchas veces nada debía envidiarle a las epopeyas griegas, guardando las proporciones, para que nadie se me enoje.
La serie causó revuelo en su época, claro, ahora es normal ver monos japoneses destriparse por nada y pasearse muy campantes con una sexualidad ambigua, pero en esa época era novedad. La inagotable sangre y la violencia desmedida eran el otro lado de la moneda de un nuevo tipo de animación que mostraba personajes más complejos que los héroes estadounidenses. Una de las escenas más criticadas fue cuando el caballero del Dragón se sacaba los ojos para vencer a un oponente y salvar a sus amigos. Lo curioso es que nadie dijo nada acerca de la escena homosexual entre el Cisne y Andrómeda (Este último un caballero excesivamente femenino, cosa bastante común en el animé). ¿La sociedad noventera estaba libre de prejuicios? Lo dudo mucho. Cuando comenzó a meterse ruido por aquella escena, cortesía de los organismos de censura, el argumento esgrimido era que se trataba de una serie “para niños”. Por lo tanto, promover las conductas homosexuales era un daño inconmensurable. Ahora han cambiado muchas cosas. Pero es que precisamente, otro aporte cultural de estos monos fue mostrar una diversidad mucho menos conservadora que los monos tradicionales, lo que muchas veces hizo que se cuestionara si estos monitos eran efectivamente para niños, creencia que se ha ido abandonando a medida que los obtusos ejecutivos han ido descubriendo que animado no necesariamente quiere decir infantil. Pero este tono y variedad de personajes ha permitido que una gran cantidad de jóvenes se vea identificada mucho más con estos personajes y creo que ello contribuyó al desarrollo de un sólido grupo de fans, conocidos como Otakus.

El punto fuerte de la serie es que trataba temas que la animación japonesa suele incorporar en la mayoría de sus producciones, infantiles o no: el sacrificio, la autosuperación, la lealtad, el crecimiento personal, eran valores muy presentes en la historia, y aparentemente compensaban con creces el exceso de violencia. Personalmente, preferiría que mis hijos viesen una historia con contenido y violenta, que estúpida y sin sangre. Porque si vamos a censurar la violencia, partamos con las epopeyas clásicas y el Quijote, pues. Y además, yo vi contenidos violentos de niño todo el tiempo, y actualmente puedo decir que mi estado sicológico es del todo… eeeh, mejor sigamos con el reportaje.

La serie tuvo sus altibajos, por supuesto. Toei Animation presionaba al creador del manga Masami Kurumada para crear más personajes que justificarían la introducción al mercado de figuritas de acción para coleccionar, tal y como se vio en He-Man o Los Transformers. Con este motivo fueron insertados en la trama original muchos personajes relleno que nunca aparecieron en el cómic, y que algunas veces enriquecieron la trama, pero la mayoría la arruinaban. Por desavenencias como esa es que Kurumada y Toei terminaron distanciándose, y la serie ochentera quedó inconclusa, incluso la calidad había bajado notoriamente, las sagas eran más cortas y repetitivas, y la historia era cada vez menos original, más parecidas a un videojuego predecible. La saga de Poseidón fue el fin de la serie, y lamentablemente una de las mejores, la Saga de Hades, tuvo que esperar décadas para ver la luz.

Este proyecto era más para los carcamales treintones y ñoños que para las nuevas generaciones. Era algo así como una deuda de honor que tenían con nosotros. Gracias a una petición masiva de fans de todo el mundo (Bendito Internet) se lanzaron 13 ovas con la primera parte de esa saga, adaptando fielmente al manga y mostrándonos toda la calidad argumental de las primeras historias, pero con una excelente animación y recursos visuales propias del 2004. Por fin se hacía justicia. Sin embargo, la buena racha duró poco. Kurumada despidió a los dobladores originales, que ya estaban creciditos, pues quería que las voces fueran de jóvenes, y cambió el equipo de animación para la segunda tirada de Ovas, Inferno. El resultado fue notorio: Una baja considerable en los dibujos y animación, una historia mal contada, y para colmo, la tercera tirada de episodios, Los Campos Elíseos, fue un final totalmente apurado y bajo presión, con menos movimiento que los monitos de Thor de los 60, y cero emoción y dramatismo. Los fans se volvieron a sentir estafados a más no poder.

Pero bueno, así son las cosas. El regreso de las constelaciones con patas hizo que su popularidad se convirtiese nuevamente en una considerable fuente de ingresos, así que se optó por explotar la franquicia, con catastróficos resultados. El candidato para ser dotado de movimiento fue el exitoso manga “Saint Seiya Lost Canvas”, un fan fiction precuela que si bien tenía una calidad técnica excelente, era una precuela sin gracia, con personajes sin nada de la profundidad de sus antecesores, una historia predecible y muchos elementos reciclados de la saga anterior, y aunque muchos la encontraron buena, creo que aportó poco y nada. La serie quedó a medio hacer, y solo llegó a su segunda temporada, pues el bajo éxito comercial no permitió que la historia continuase. La vieja y nueva generación de fans era demasiado distinta, y estaban más preocupados de animaciones cien veces mejores que de un intento tan obvio por exprimir la antediluviana gallina de los huevos de oro (Y de plata, y de bronce).

Este año, hace un par de días, fue conocido el siguiente proyecto animado de la franquicia: Saint Seiya Omega, situada cronológicamente varios años después de la historia original, con un Seiya adulto, nuevos caballeros y enemigos y harta agua que ha corrido por el puente. La historia comienza con un Seiya de Sagitario enfrentándose a Ares para proteger a un bebé que Saori tiene en sus brazos (¿De quién será? No tengo idea). Luego nos trasladan unos años después, donde el crecido bebé que Seiya rescató, de nombre Kouga, entrena con Shaina para ser un caballero, idea que al joven no le satisface para nada. (Ahora que el Ofiuco es el treceavo signo del zodiaco ¿No debería Shaina ser un caballero dorado?) Un envejecido Tatsumi, con bigotes y todo, se encarga de regañar al impetuoso aspirante a caballero, quien desconoce que Saori es Atena, por lo que no siente la necesidad de proteger a nadie, ya que piensa que los caballeros están obsoletos. Además, no se sabe si Seiya está muerto o desaparecido. Sin embargo, lo quiera o no, Kouga está destinado a convertirse en el próximo caballero de Pegaso. La serie está llena de guiños para los antiguos seguidores, como una escena en la que Shaina le explica a Kouga qué es el cosmo, muy similar a cuando Marin se lo explica a Seiya en el primer capítulo de la serie original, o el tema de apertura, que es un refrito desafortunado del clásico Pegasus Fantasy de la primera serie, sin una pizca de la emoción y energía de su este. Pero aparte de los personajes ya mencionados, no se sabe del paradero de ninguno de los otros personajes.

Pero por supuesto, hay varias caras nuevas:

  • Eden de Orion: El clásico antihéroe, un poco cruel y excesivamente serio, pero que en el fondo es un pan de Dios.
  • Yuna de Águila: Santo de Plata que usa la armadura de Marin, su rebeldía le hace no usar una máscara, como es costumbre en las mujeres del Santuario. ¿Tendrá una relación con Marin? Sepa moya.
  • Soma de León Menor: Buscando dejar mejor parada a esta constelación que en la saga original, este personaje busca a un misterioso caballero que asesinó a sus padres.
  • Ryuho de Dragón: Este personaje es hijo de Shiryu y Sun Rei (¡Buena campeón! Hasta que lo consiguió), tuvo una infancia muy feliz, cosa rara en los caballeros (Al lado de estos personajes, la infancia de Batman y Marco fue un cumpleaños en Chuck & Cheese). Es el menor y uno de los mejores amigos de Kouga.
  • Haruto de Lobo: De formación original ninja, este caballero es extremadamente serio y es también un intento, al igual que Soma, de reivindicar al desastroso secundario que fue Nachi de Lobo.

La serie está escrita y dibujada por Masami Kurumada, y llevada a la animación por TOEI, y aunque es demasiado pronto para emitir un juicio, es indiscutible que la calidad de la animación y dibujos no le hacen justicia a la saga. La estética hace tiempo que perdió su identidad y se esfuerza por imitar el tono visual de series actuales que no le viene para nada. El aspecto de las armaduras va de mal en peor. La historia amenaza con ser más de lo mismo, aunque como dije, aún es precipitado decirlo. Pero lejos, la peor impresión que ha dado esta nueva serie, es cómo los caballeros consiguen su armadura. Antaño, debían llevarlas en pesadas cajas que eran un símbolo del constante sacrificio que era ser un caballero. Ahora, para evitar que los perlas se cansen, invocan sus armaduras por medio de joyas diminutas, que llevan en anillos, pendientes u otros accesorios más adecuados para Sailor Moon. ¿Cuál es la lógica? ¿Es para que no se cansen? ¿Podrían accidentalmente esforzarse y entrenar? ¿Los hacen invertir cascadas, romper montañas y soportar los entrenamientos más duros y luego los dispensan de llevar una caja? Creo que un caballero que se cansa por llevar una caja con su propia armadura no llegará muy lejos en este negocio…

También está el villano. Los dioses generalmente tenían un aspecto humano, pues solían reencarnarse en personas, pero acá Ares tiene una apariencia de monstruo del Festival de los Robots, quién sabe por qué lo habrán hecho.

La serie ya está disponible en la red, cada capítulo saldrá el domingo de la semana, así que podremos ver cuatro capítulos por mes. Debo decir que es demasiado evidente el intento por exprimir la exitosa saga, y mi primera impresión no es nada buena. No logro que me gusten las precuelas, será porque uno ya sabe lo que va a pasar, aunque la historia sea buena, como los episodios 2 y 3 de Star Wars. Pero como a mí me pueden decir tonto, degenerado, infantil, patudo, flojo, pero nunca prejuicioso, voy a seguirle la pista, al menos un par de capítulos, a ver si se arregla la cosa. Pero como la frase de Moore al principio de este artículo ¿Por qué mejor Kurumada no hace otra serie? Ah, lo olvidaba, lo ha intentado un par de veces, y son un asco.

©Felipe Tapia, el crítico que ve monitos pese a su avanzada edad.

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3 Comments

  • Estoy completamente de acuerdo con la crítica que acabo de leer.

    Me gusta leer críticas de “monoh shinoh” que hablan del anime como algo serio y no solo como dibujos animados para niños o desde el punto de vista de un mega-fan [“Esta serie es lo mejor! NACÍ PARA VER ESTA SERIE!” y similares]

    Carlos González, joven por siempre.

  • (SPOILER ALERT EVERYWHERE) Buena crítica. he terminado de ver la primera temporada (al parecer porque no veo que suban más capítulos). Mi primera impresión fue bastante decepcionante, sobre todo por la estética mezcla de Ciborg 009 con Sakura Card Captor y Pokemon. Una cosa es la ambigüedad y la otra lo frontalmente afeminado que impone la serie. Asumí que era un intento por conquistar a la nueva generación de fans japoneses, si, japoneses y no a los fans de la original o de otros rincones del orbe que ya estamos arrugados y vivimos de nostalgia. Nos entregan las limosnas de las apariciones de los santos originales que me recuerda a la sensación que tenía con el anunciado regreso de Rick Hunter, en este caso en lugar de esperar que vuelva es esperando que los santos originales se recuperen de sus heridas y le saquen la cresta a los marcianos. Creo que eso ya no ocurrirá, puesto que está más que claro el mensaje de que esta nueva época pertenece a los jóvenes. Una generación diferente con valores diferentes, al principio pensé respecto a las armaduras que Athena para reivindicar el sufrimiento de los santos originales tomó acciones administrativas, fundó una escuela con todas las comodidades, redujo las armaduras y amplió la protección corporal para que todos pelearan en igualdad de condiciones independiente de su rango. Bueno pues todo era bluf pq (MEGA SPOILER ALERT) fue un meteorito el que cayó en plena batalla contra Marte lo que cambió las armaduras e introdujo los elementos de tierra, agua, aire, fuego, luz y oscuridad, (al parecer tb cayó sobre la mano de los dibujantes). Ahi fue cuando me di cuenta que nada tenía sentido, no era una evolución social del sacrificio que caracteriza al nipón hacia una visión más hedonista, simplemente era el marketing tomando diversos elementos de series comercialmente exitosas (la narración en viaje de pokemón, los tokens como pendientes, medallas, anillos, etc y otras cosas que en este momento escapan de mi mente. Cuando empezó esto pensé que iba a ver por fin a los santo peleando juntos (una de las cosas que me gustó de Lost Canvas) lamentablemente no será así, en esta serie las armaduras no rechazan a los traidores de Athena, los Santos se vendieron fácilmente y nosotros seguimos esperando el regreso de Rick Hunter. Siempre quise que fuera al revés, pero si que los japos han aprendido de los gringos.

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